La escápula u omoplato es el nombre que recibe uno de los huesos más importantes en la cadena de movimientos del tren superior, concretamente el responsable de articular las extremidades superiores (los brazos) con el tronco.
En este sentido, las escápulas u omoplatos realizan en el tren superior la misma función que los huesos pélvicos en el tren inferior (los huesos pélvicos son el punto de enlace de las extremidades inferiores con el tronco), pero con unas estructuras anatómicas diferentes ya que las exigencias a las que están sometidas son diferentes.
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Unión de los brazos con el tronco
El término escápula deriva de la lengua latina, mientras que la denominación de omoplato tiene su origen en el griego, en la combinación de “omo” (hombro) y “plato”(ancho).
Las escápulas (tenemos una en cada hombro) están situadas en la parte alta de la espalda a ambos lados de la columna vertebral. Se pueden distinguir claramente por su forma plana y triangular, especialmente en aquellas personas en las que la musculatura de la espalda no está muy desarrollada.
La escápula al ser un elemento de transición entre el tronco y los brazos, está conectada con cada una de estas estructuras por medio de alguna articulación ósea.
Así en relación con los brazos, la escápula ofrece como punto de articulación para el húmero (hueso del brazo) una superficie de forma ovalada, y algo cóncava aunque casi plana, la cavidad glenoidea o glenoide.
Esta superficie articular está orientada hacia los lados, cuestión de gran importancia porque va a condicionar la posición en la que los brazos van a estar colocados en relación al cuerpo, es decir a los lados del tronco, protegiendo los costados y dejando liberadas la parte anterior y posterior del tronco.
Conexión con el brazo
Este matiz es importante, porque si las cavidades glenoideas estuvieran orientadas hacia el frente, nuestros brazos no se extenderían a los lados del cuerpo, sino por delante del cuerpo tapando el pecho, o los tendríamos a las espaldas si estuvieran orientados hacia atrás.
Esta es sin duda la mejor ubicación para los brazos, ya que les va a permitir abarcar un mayor campo de movimientos, pudiendo interactuar no sólo por delante del tronco que es la región del espacio que mejor podemos cubrir con nuestro campo visual, sino también la posibilidad de mover los brazos hacia atrás, lo cual es importante para mejorar la funcionalidad de determinados movimientos (tomar impulso para un lanzamiento, poder traccionar de un objeto con más eficacia, etc), aunque no le va a servir para manipular adecuadamente el entorno.
Pero esta disposición no es del todo exacta, ya que la superficie de la cavidad glenoidea está ligeramente orientada hacia arriba, lo cual va a hacer más facil la elevación de los brazos por encima de la cabeza; y también ligeramente hacia delante, facilitando así la predilección natural por movilizar los brazos por delante del cuerpo, y la cual nos va a permitir cruzar los brazos por delante del tronco con más facilidad, ya que una posición totalmente lateralizada obstaculizaría la realización de este tipo de movimientos.
La superficie articular que va a ofrecer el hueso húmero al contacto con la escápula (cabeza del húmero), también presenta unas particularidades propias que van a determinar la capacidad de movimientos de esta articulación, pero esta cuestión ya se tratará cuando hablemos de este hueso.
La unión del hueso húmero con la escápula configura la articulación glenohumeral, lo que de manera general se conoce como articulación del hombro, sin embargo, la movilidad de esta articulación está directamente relacionada con la conexión que de manera ósea mantiene la escápula con el tronco, la cual se realiza como ya comentábamos el otro día a través del hueso de la clavícula.
La conexión con el tronco
En anteriores capítulos anteriores destacábamos la importancia del hueso de la escápula como elemento mediador de la relación que los brazos establecen con el tronco.
Nuestro análisis comenzaba por la cavidad glenoidea, que es la zona de su superficie que la escápula ofrece para articular su conexión con el hueso húmero. Surge así, a partir de la unión de estos huesos la articulación glenohumeral, que representa el punto de contacto óseo del tronco con las extremidades superiores.
Una vez estudiada la conexión que la escápula establece con los brazos, habría que analizar como se articula la escápula con el tronco. En este sentido, el contacto óseo de la escápula con el tronco se organiza por medio de otro hueso de transición del cual ya hablaremos con más profundidad en otro momento, la clavícula.
A grandes rasgos, la clavícula es un hueso delgado en forma de S, que conecta la escápula con la parte alta del esternón, que es a su vez el hueso encargado de unir las costillas superiores por delante cerrando así la caja torácica.
Para establecer el contacto con este hueso, la escápula ofrece un saliente plano y expandido en su cara posterior, el acromión, el cual está situado justo encima de su punto de articulación con el húmero, de ahí que a pesar de ser curiosamente un hueso plano de gran superficie, la escápula localiza su articulación ósea con el tronco muy cerca del sitio en el cual va a contactar con el húmero.
El acromión se puede identificar con facilidad en el punto más alto del hombro por palpación. La medida de la distancia existente entre el acromión de cada uno de los hombros nos va a servir para medir la anchura de los hombros, y los sastres van a utilizar el acromión como punto de partida para la medición de la longitud del brazo.
Adaptación a la movilidad de la escápula
En este mismo sentido, el conjunto escápula – clavícula se constituye como un claro intermediario entre el la extremidad superior, que es un apéndice que se va a movilizar con gran libertad en todas las direcciones del espacio respecto al tronco y la caja torácica, que representa el elemento fijo de referencia respecto al que se van a movilizar los brazos.
Partiendo de la base de que la clavícula articula con la escápula casi en el mismo sitio que está lo hace con el húmero, ¿por qué no se establece una conexión directa entre clavícula y húmero? ¿qué necesidad tenemos de colocar este amplio hueso como intermediario en esta conexión?
Sin entrar a analizar en profundidad la estructura del cinturón escapular, se puede decir que a diferencia de lo que ocurre en el caso de la cintura pélvica, la cintura escapular ofrece una estructura menos consistente, ya que no tiene que servir como medio de contención para las vísceras abdominales y de soporte para el peso del cuerpo, de ahí que las estructuras óseas que integran esta zona sean más ligeras y reducidas.
Por otro lado, la articulación del hombro goza de un grado de movilidad máximo en todas las direcciones del espacio, ventaja que consigue respecto a la articulación de la cadera gracias a que el refuerzo óseo de la articulación es muy limitado, lo que nos obliga a pensar como estos huesos consiguen mantenerse vinculados a pesar de las elevadas tensiones que puede llegar a canalizar esta articulación, porque no olvidemos que esta región está movilizada por músculos tan poderosos como el dorsal ancho o el pectoral mayor con capacidad más que acreditada para mover el peso del cuerpo.
La cintura escapular consigue combinar un alto grado de movilidad con la estabilidad de sus articulaciones gracias a que reduce al máximo los puntos de conexión ósea (articulaciones glenohumeral y acromioclavicular), carencia que compensa gracias al amplio abanico de músculos que se aglutinan en esta zona, los cuales no sólo se encargan de impulsar el movimiento sino también de fijar y aportar la estabilidad que le falta a la región.
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