El ritmo cardÃaco se manifiesta en nuestra piel por el pulso, que es la vibración de los latidos del corazón que se transmite hacia fuera. Se puede percibir poniendo la mano o los dedos que son más sensibles sobre el corazón o sobre cualquier vena importante que quede externa.
El ritmo cardÃaco indica la repercusión de un esfuerzo determinado sobre nuestro cuerpo y por eso nos sirve para ver si es más suave o más intenso para nosotros. Por ejemplo, para una persona desentrenada correr cinco kilómetros en veinticinco minutos es un esfuerzo supremo y lo podemos comprobar en su pulso cardÃaco que es elevado, sin embargo para otra persona este mismo esfuerzo realizado en el mismo tiempo no supone ningún problema y se refleja en su pulso que es más bien bajo.
El sistema circulatorio nos limita la capacidad para realizar esfuerzos, especialmente los que requieren alimentarse de oxÃgeno o la eliminación de desechos de la célula. Nuestro corazón puede dar un máximo de pulsaciones que suele ser inferior a las doscientas por minuto y se alcanzarÃa en los esfuerzos lÃmite, de supervivencia, pero este pulso ni se suele alcanzar ni es beneficioso hacerlo.
Si embargo, la máxima mejora de la resistencia en el entrenamiento siempre se produce a niveles de trabajo inferior al máximo y la frecuencia de los latidos nos indica con gran precisión lo que está pasando en nuestro interior, por eso al entrenar podemos utilizar el control constante del pulso para ajustar el esfuerzo realizado a nuestras necesidades y objetivos y con ello alcanzar los mejores resultados.
Por eso, en el ámbito de la teorÃa del entrenamiento se han establecido unos niveles de trabajo definidos respecto a porcentajes de ritmo cardiaco respecto a la máxima frecuencia cardiaca.
Si conocemos la relación entre los efectos del ejercicio y el ritmo cardiaco podremos planificar el entrenamiento por medio de las pulsaciones.
El pulso se puede controlar por medio de la toma manual o por medio de pulsometros. Manualmente el pulso se puede localizar si ponemos la palma de la mano sobre el corazón, en el lado izquierdo del pecho, o presionando con los dedos Ãndice y medio en lugares por los que pasan arterias cerca de la piel.
Asà en la arterÃas carótidas del cuello (al lado de la traquea), en las sienes, las ingles, tras las rodillas y en la muñeca más habitualmente podemos medir el pulso con facilidad porque pasa una arteria cerca de la piel.
En este tipo de mediciones tenemos que evitar el uso del dedo pulgar porque tiene pulso propio.
El inconveniente es que el pulso manualmente sólo se puede tomar estando parado, porque en movimiento no podemos tomárnoslo. Solo podemos saber a posteriori si lo hemos hecho bien o no, pero no podremos corregir el esfuerzo sobre la marcha si no es el adecuado.
El pulso varÃa con la posición corporal, ya que aunque no lo notemos al estar de pie nuestra musculatura hace un esfuerzo por mantener la postura superior al que hacemos tumbado y eso se nota en nuestro pulso.
Por eso el pulso siempre hay que cogerlo de pie y evitar inclinarnos hacia delante aunque estemos muy cansados porque asà hacemos menos esfuerzo y alteramos la medida.
En cualquier caso la toma habitual de pulsaciones al final del esfuerzo nos va a permitir conocer mejor la respuesta de nuestro cuerpo y con ello asociar ciertas sensaciones y modificaciones que sufre nuestro cuerpo (amplitud de la respiración, color de la piel, etc) con cierto nivel de pulsaciones.
A la larga con la experiencia podemos interpretar claramente nuestras sensaciones y ajustar con bastante precisión nuestros esfuerzos, que es a fin de cuentas a lo que tenemos que tender.
Por otro lado, una medida de las pulsaciones en reposo por la mañana al despertarnos nos puede indicar cual es nuestro ritmo cardÃaco normal. Este es el mejor momento para realizar esta medida porque se van a registrar las pulsaciones más bajas. Si se hace en cualquier otro momento del dÃa tendremos que reposar diez minutos previamente.
Estas mediciones nos sirven para comprobar nuestro estado de salud porque unas pulsaciones muy elevadas en reposo (la llamada taquicardia) representan un esfuerzo cardÃaco muy grande y una gran posibilidad de sufrir problemas de salud, por eso es una de las medidas habituales en reconocimientos médicos.
En este sentido si el pulso cardÃaco es demasiado bajo (bradicardia) también deberÃamos consultar a un médico.
Para un deportista que entrena habitualmente, la medida de las pulsaciones por la mañana le sirven para comprobar cual es su nivel de recuperación. La actividad interna o metabolismo se acelera para regenerar los tejidos desgastados, pero si se acumula la fatiga y en reposo no logramos descansar por permanecer activados podemos llegar a sufrir la fatiga crónica.
Esta aceleración del metabolismo en la recuperación tanto del esfuerzo como de las infecciones se puede manifestar en una subida del pulso matinal.
La mejora en el nivel de resistencia por efecto del entrenamiento se puede percibir a través de una disminución del pulso en reposo. En este sentido del ciclista Miguel Indurain se dijo en su dÃa que alcanzaba menos de treinta pulsaciones en reposo, lo que supone un latido cada dos segundos.
Los problemas de deshidratación se manifiestan en una elevación de la temperatura corporal y del pulso cardÃaco por lo que si estamos realizando alguna actividad fÃsica en un entorno húmedo y cálido podrÃamos utilizar el pulso para controlar el nivel de hidratación.
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