Los músculos se contraen para provocar el movimiento del cuerpo, pero estos necesitan un mecanismo que controle los movimientos para que se adapten a las necesidades de cada situación.
Levantar una caja del suelo igual nos obliga a contraer los músculos del brazo al máximo si ésta es muy pesada, pero coger un vaso de agua de la mesa nos requiere un cierto control para poder hacerlo con el mínimo esfuerzo y la sutileza necesaria.
El cuerpo humano así como el de los animales posee un mecanismo de control de los movimientos para calibrar su tensión, amplitud y velocidad en función de lo que requiere cada situación, convirtiendo al movimiento en algo adaptado a lo solicitado por el entorno.
La capacidad del cuerpo de detectar el movimiento y la posición de las articulaciones se denomina propiocepción y es esencial para entender como nos estamos moviendo, así como para ajustar con precisión todos los movimientos, desde los deportivos más complejos hasta para los más comunes.
Para ello nuestro sistema propioceptivo está compuesto por una serie de receptores nerviosos que tenemos distribuidos en músculos, articulaciones y ligamentos y que nos informa del nivel de tensión y del grado de estiramiento de la musculatura.
Esto es muy importante porque la fibra muscular es un tejido contráctil que se contrae totalmente y con la máxima intensidad si se activa, sin distinguir para que se utiliza dicha contracción.
Estos receptores envían la información al sistema nervioso para que el cerebro procese la información y ajuste el nivel de tensión y de estiramiento, tanto en los músculos que ejecutan el movimiento, como en los que hacen las acciones inversas (músculos antagonistas) que son los que van a controlar que el movimiento se realice de manera ajustada a lo que queremos.
Todo este proceso se realiza sin pensar y de manera refleja, es decir, que no tenemos que pensar como hacerlo, para que las respuestas puedan ser lo suficientemente rápidas y para que nuestra atención no se tenga que concentrar en cada movimiento que realizamos. Imagina que tuvieras que pensar como coges un vaso para beber mientras conversas con alguien.
La propiocepción es un elemento fundamental a la hora de trabajar con el movimiento y la postura y por eso tanto en fisioterapia, como en el entrenamiento deportivo y postural se utiliza cada vez más.
En el ámbito de la rehabilitación, el trabajo propioceptivo se utiliza para recuperar la sensibilidad y la coordinación pérdida en la zona lesionada para que no vuelva a lesionarse, por la torpeza y por la falta de control en los movimientos.
Por eso para prevenir lesiones se suele entrenar esta capacidad para aumentar la sensibilidad y así evitar la aparición de movimientos lesivos. Por ejemplo cuando entrenamos los tobillos en superficies inestables para que se acostumbren a reaccionar ante apoyos cambiantes por si damos un mal paso.
La propiocepción es también responsable del mantenimiento de la postura corporal y por eso es muy importante trabajar con ejercicios que nos obliguen a ajustar y registrar la colocación de vértebras y otros huesos.
En este sentido, la sensibilidad de la espalda la tenemos más adormecida, entre otras cosas porque no nos es visible, y esa tosquedad provoca que acumulemos tantas tensiones y contracturas por su mal uso y organización.
Ni que decir tiene que el entrenamiento de la sensibilidad corporal va a facilitar el aprendizaje de nuevos movimientos, porque el cerebro va a recibir un mayor número de informaciones sobre la ejecución para que vaya organizando sus patrones de movimiento.
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